PORQUÉ SOY MAESTRO...
¿Porqué eres maestro?...
Es la pregunta que me hacen, como si fuera algo fuera de lugar algunos de mis amigos, incluso, algunos de mis alumnos que saben que a esa actividad entre las muchas que he desempeñado y desempeño en mi vida, es a la que dedico más tiempo, y la que menos beneficios económicos me reporta.
Yo he contestado siempre, que es porque me gusta, pero aquí hago una reflexión más completa, y que Dios me perdone por usar tan insigne título que solo a Él y a nadie más que a Él, corresponde:
Todo hombre de bien reconoce y admira a sus maestros, sería elemental ingratitud no hacerlo, hay muy grandes y buenos maestros, no abundan, quizás porque tampoco abundan los buenos alumnos. Hay queridos maestros, con sus errores a flor de piel, pero con algo tan especial en ellos, que nos hace olvidar sus terrenales fallas y admirar solo la luz que irradia su espíritu. Hay medianos maestros, que solo repiten renovados o no, los pocos conceptos que aprendieron, y pues, de algo han de vivir... ¡Pobres!. Ah!... Y también hay malos maestros, como en todo, hay que reconocerlo aunque duela, y a ellos, debemos perdonar tantas horas huecas que injustamente se tiran al vacío.
Ser maestro, es un poco extravagante o loco, porque después de todo existen formas mucho más sencillas de ganarse el pan, sin horarios rígidos, sin presiones, sin golpes bajos, sin soportar jóvenes desfasados a quienes hay que enseñar muchas veces hasta a hablar, pero sobre todo, durmiendo las horas completas. Pero en esto de ser maestro, existe la esencia y la búsqueda de algo maravillosamente interno, profundo e implacable, que atrae y arrasa con uno y con todo.
Ser maestro, se parece en mucho a ser albañil, que piedra a piedra construye catedrales, son muy pocos los instrumentos que usa, y a un extraño, le parecerán fáciles de manejar... ¡Que lo intente!... Verá que tiene su chiste, y que la aparente sencillez esconde muchos años de aprendizaje y práctica. Y luego, al final de la jornada se recibe la paga, si el trabajo está bien hecho y si no, vienen los reclamos, no importa que al albañil se le hayan entregado piedras amorfas, duras, sin hilo, ni escogidas y malos materiales. A la larga, por desgracia o por fortuna, el amor al oficio gana y vuelve a él, con renovados bríos, a seguir construyendo enormes catedrales, o pequeñas capillitas.
¡Claro!... nadie presume de ser albañil, como tampoco nadie presume de ser maestro, ambos son oficios humildes, pero vitales. La ostentación compensa los trabajos huecos, los que necesitan música y cohetes para hacerse notar. ¿Cuántos reconocen el valor del oficio de un albañil o de un maestro?... Pocos, pero suficientes para aprender que existen seres humanos, que aún distinguen la grandeza y el inmenso valor de las cosas simples.
En los años cincuentas, un profesor preguntó en una reunión sindical del magisterio en la Paz, B. C., a cierto Presidente de la República, la razón por la que se habían rezagado los salarios de los maestros, y el presidente, respondió, que era porque los maestros no producían... (sic), a lo que el profesor preguntón, contestó, es verdad, no producimos nada, solamente ingenieros, contadores, doctores, dentistas, abogados, empresarios y uno que otro Presidente de la República... al poco tiempo, el cheque de los profesores fué beneficiado a nivel nacional con un leve pero significativo aumento.
Quisiera gritar a mis alumnos de hoy, de antes y de mañana... ¡Perdón!... Por mis desaciertos, por mis desánimos, por dar tan poco, por mi presencia en las aulas, por mis injustos excesos de justicia, por mis errores y defectos; pero no lo haré, pues de todo esto, también he querido enseñarles, que antes que ser maestro... ¡soy simplemente un ser humano...!
Cuando me desespero porque no avanzo a la velocidad que quisiera, recuerdo la parábola de "El buen sembrador", éste, no se preocupa porque toda su semilla fructifique, pues con algunas de ellas que lo hagan, garantizarán el éxito de la cosecha y la permanencia de la especie... ¡En esas semillas, permaneceré yo también, una vez que deje de ser maestro para siempre... por esas semillas no moriré!
¡Por éso soy maestro!
Mario López Barreto
Mayo 15 de 1989.
Es la pregunta que me hacen, como si fuera algo fuera de lugar algunos de mis amigos, incluso, algunos de mis alumnos que saben que a esa actividad entre las muchas que he desempeñado y desempeño en mi vida, es a la que dedico más tiempo, y la que menos beneficios económicos me reporta.
Yo he contestado siempre, que es porque me gusta, pero aquí hago una reflexión más completa, y que Dios me perdone por usar tan insigne título que solo a Él y a nadie más que a Él, corresponde:
Todo hombre de bien reconoce y admira a sus maestros, sería elemental ingratitud no hacerlo, hay muy grandes y buenos maestros, no abundan, quizás porque tampoco abundan los buenos alumnos. Hay queridos maestros, con sus errores a flor de piel, pero con algo tan especial en ellos, que nos hace olvidar sus terrenales fallas y admirar solo la luz que irradia su espíritu. Hay medianos maestros, que solo repiten renovados o no, los pocos conceptos que aprendieron, y pues, de algo han de vivir... ¡Pobres!. Ah!... Y también hay malos maestros, como en todo, hay que reconocerlo aunque duela, y a ellos, debemos perdonar tantas horas huecas que injustamente se tiran al vacío.
Ser maestro, es un poco extravagante o loco, porque después de todo existen formas mucho más sencillas de ganarse el pan, sin horarios rígidos, sin presiones, sin golpes bajos, sin soportar jóvenes desfasados a quienes hay que enseñar muchas veces hasta a hablar, pero sobre todo, durmiendo las horas completas. Pero en esto de ser maestro, existe la esencia y la búsqueda de algo maravillosamente interno, profundo e implacable, que atrae y arrasa con uno y con todo.
Ser maestro, se parece en mucho a ser albañil, que piedra a piedra construye catedrales, son muy pocos los instrumentos que usa, y a un extraño, le parecerán fáciles de manejar... ¡Que lo intente!... Verá que tiene su chiste, y que la aparente sencillez esconde muchos años de aprendizaje y práctica. Y luego, al final de la jornada se recibe la paga, si el trabajo está bien hecho y si no, vienen los reclamos, no importa que al albañil se le hayan entregado piedras amorfas, duras, sin hilo, ni escogidas y malos materiales. A la larga, por desgracia o por fortuna, el amor al oficio gana y vuelve a él, con renovados bríos, a seguir construyendo enormes catedrales, o pequeñas capillitas.
¡Claro!... nadie presume de ser albañil, como tampoco nadie presume de ser maestro, ambos son oficios humildes, pero vitales. La ostentación compensa los trabajos huecos, los que necesitan música y cohetes para hacerse notar. ¿Cuántos reconocen el valor del oficio de un albañil o de un maestro?... Pocos, pero suficientes para aprender que existen seres humanos, que aún distinguen la grandeza y el inmenso valor de las cosas simples.
En los años cincuentas, un profesor preguntó en una reunión sindical del magisterio en la Paz, B. C., a cierto Presidente de la República, la razón por la que se habían rezagado los salarios de los maestros, y el presidente, respondió, que era porque los maestros no producían... (sic), a lo que el profesor preguntón, contestó, es verdad, no producimos nada, solamente ingenieros, contadores, doctores, dentistas, abogados, empresarios y uno que otro Presidente de la República... al poco tiempo, el cheque de los profesores fué beneficiado a nivel nacional con un leve pero significativo aumento.
Quisiera gritar a mis alumnos de hoy, de antes y de mañana... ¡Perdón!... Por mis desaciertos, por mis desánimos, por dar tan poco, por mi presencia en las aulas, por mis injustos excesos de justicia, por mis errores y defectos; pero no lo haré, pues de todo esto, también he querido enseñarles, que antes que ser maestro... ¡soy simplemente un ser humano...!
Cuando me desespero porque no avanzo a la velocidad que quisiera, recuerdo la parábola de "El buen sembrador", éste, no se preocupa porque toda su semilla fructifique, pues con algunas de ellas que lo hagan, garantizarán el éxito de la cosecha y la permanencia de la especie... ¡En esas semillas, permaneceré yo también, una vez que deje de ser maestro para siempre... por esas semillas no moriré!
¡Por éso soy maestro!
Mario López Barreto
Mayo 15 de 1989.
2 comentarios
luis -
Norberto Mendoza -
Hola profesor Mario.
Recuerdo hace algún tiempito tuve, en reunión con un enorme amigo, alguna especie de retórica referente al SER MAESTRO. No se en que terminó tal aventura discutida, pero creo que algo se determinó en relación a lo que significa el SER...
Esto que escribe me rebasa y me mimetiza en la realidad no superada por muchos y creo solo por algunos cuantos que merecen ser llamados MAESTROS como bien lo dice.
Es cierto, si no hay buenos maestros es por que no hay buenos alumnos, excesivo y enaltecedor comentario, no por lo que significa si no por lo que requiere.
Y solo quiero agregar a tan enaltecedor texto que no solo un buen maestro tiene que enfrentar situaciones externas como los males pagos, los malos alumnos, las críticas burdas y los comentarios desalentadores por amigos, familiares y hasta desconocidos. Como si el ser maestro fuera un crimen por que la desición es tomada no por dinero cuando todo mundo es lo que busca. Además hay un hecho que en lo personal me parece fantástico y por demás grandioso.
El ser maestro nos refiere a la enseñanza, en nuestro lenguaje, educación. Aprender del que sabe. Sin embargo el Maestro tiene además que enfrentarse consigo día con día, en el educar continuo de la memoria, de la consciencia y del alma. Y en ese enfrentar día con día es donde se percibe quién crece y se forma para poder recrear lo aprendido en la iontegración formal de los aprendices. Muy pocos lo logran y a ellos el honor de ser llamados Maestros.
Hoy por lo poco que se de su persona y por la forma de decir y de su expresión tengo la plena seguridad que usted es uno de esos muy pocos que merecen ser llamados MAESTROS.
Saludos