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La guarida del zorrito

MI ABUELITA PAULITA

MI ABUELITA PAULITA

Hola...

Hoy es martes 10 de agosto de 2005, y me dió por recordar a mi abuelita Paula, sí la esposa de mi abuelo Isidro, el viejito chupador y parrandero de mi historia anterior, ambos papás de mi papá. De pequeño, yo no podía pronunciar su nombre, según me contó mi madre, y le decía abelita pútala... jajajaja, cada vez que le decía así ya de viejo, se encorajinaba, pues me decía que se imaginaba, no se que cosa....

Ella fué originaria de un pintorezco pueblecito de Jalisco, llamado Tapalpa... Antes muy humilde, hoy un emporio turístico de montaña, con hoteles, albergues, restaurantes y ¡Claro discoteques!... Uta madre, nada se escapa de esa modernidad que aniquila y hiere los sentidos, como si no hubiera formas más sanas y hermosas de divertirse y descansar.

Su familia era humilde, dedicada a la extracción de la trementina, que es la savia de los pinos, con la cual se fabrica el aguarrás, que es un líquido muy inflamable que se utilizaba (ahora se usa el thiner) mucho en carpintería, en pintura, en medicina natural y no se en que otras madres. También en tiempos de aguas, se sembraba el maíz, que una vez cosechado se guardaba en trojes elevadas, para el consumo del próximo año, se cultivaba también el chile, la calabaza y los bules, pues no debían faltar en la casa de ningún campesino, pues al no inventarse el plástico aún, servían para llevar agua a las labores del campo, para chupar el aguamiel de los magueyes que después se habría de transformar en el exquisito y nutritivo pulque.

Se crió a la par de otras dos hermanas: María y Francisca... correteando gallinas y borregos entre los pinares, ocotales, encinales y mezquitales, lacerando sus carnes con espinas de maguey, cuando había que sacar los huevos que la gallinas necias ponían en los lugares más recónditos tratando de ponerlos a salvo del hambre de sus dueños, y así empollarlos lejos de las miradas traviesas de los niños y niñas del lugar.

La imagino junto a sus hermanas como ninfas del bosque, con sendos ramos de flores silvestres, hermosas, como sus caritas y su alma misma. Esos ramos a los que añadían, sin duda, ramas de poleo, anísillo, retama y romero del campo e irían a adornar el altarcito que no faltaba nunca en las casas de los pobres, con las imágenes de la Virgen de Guadalupe y el Sagrado Corazón de Jesús, pero sobre todo irían a perfumar el interior de la casita humilde hecha de adobe y tejas de barro cocido, rojas, alegres, que contrastaban con la seriedad del barro adobino, y el piso pulido a mano con tierra blanca de la falda del cerro. ¡Ah!... Además se quemaba flor de Santa María, amarilla y con un olor mejor que el de el maestro limpio de hoy, sí ese del genio pelón. Pero nada se comparaba con el olor a tierra húmeda que se esparcía en el ambiente a las primeras lluvias... No nunca, aún hoy, procuro de vez en vez, comprar un jarro de barro y beber agua en el... mmmmm Ni modo Ciel y Santa María y otras marcas de aguas, nunca será igual. Por las noches, el interior se alumbraba con velas sebo de res, con mecheros de querosene o simplemente la gente se levantaba con los primeros rayos del sol y el canto del gallo y se acostaba al oscurecer, después de rezar el santo rosario y se gastaba menos el combustible, pues había que ahorrar lo más que se pudiera.

Al frente, un jardincito, lleno de rosales, de amapolas (aún no era flor prohibida), de todos los colores que puedan imaginarse: blancas, lilas, rosas, rojas, amarillas, moradas y no faltaba el zempaxochitl y el tacote, las glisinias, los jazmines, el huele de noche, la sobre la montaña y las hiedras en tiempos de aguas... en ocasiones se sembraba un minúsculo herbario u hortaliza donde había sembrados: rábanos, lechugas, cebollas, chiles, calabaza de jardín, entre otras verduras y hierbas de olor como la hierbabuena, el perejil, el cilantro, la menta, la ruda, el orégano, el epazote, el estafiate, todos con su respectiva carga sanitaria, pues antes no había tantos doctores y menos especialistas, si acaso hasta Guadalajara o México, y eso era para ricos... Se caminaba por vereditas, pero ahí las familias eran felices, unidas en torno a sus integrantes y a Dios, fieles a sus creencias, tanto, que esa parte del estado de Jalisco, fué pródiga en soldados cristeros y en esposas fieles y amantes.

Al fondo, un corral, donde estaban los pollos, los puercos en su respectivo chiquerillo hecho de palos, y hojas de árboles de encino, y más al fondo, el trascorral, donde descansaban las bestias, después del trajín de la siembra, y pegados a los cercos de palos o de piedras, árboles de durazno, pera, manzana y tejocote... uyyyyy el exquisito dulce de tejocotes... Mmmmm rico... allá en el trascorral se resguardaba bajo un tejabán, la leña de encino o de roble o de perdida de pino, que seca podía esperar por años para ser consumida... Nada de gas, pura rama muerta de árboles caídos por el rayo, la fuerza del viento o por la edad...

De por ahí a los 17 años, Don Isidro cortó esa bella flor que era mi abuelita... La sacó de blanco de su casa, como correspondía a un hombre y una mujer de bien... La imagino, caminando a pié de su casa a la iglesia, donde el cura bendeciría su unión, con un ramo de tacotes blancos en la mano, y al hombre, endomingado, de calzón y cotón o camisa de manta cruda, blanca, contrastante con la flor de tacote en la mano de la abuela y de huarache nuevo. ¿Su viaje de bodas?... Jajajajaja entonces no se usaba eso... Después de una comida de gallina rellena, unos vasos de pulque curado y aguamiel para las mujeres... De ahí al jacal preparado por el hombre, para irlo transformando en casa, poco a poco, iba a repetirse la historia y a esperar la felicidad de los hijos, los hijos que Dios dispusiera mandar al seno de la nueva familia.

No se mucho de la vida juvenil de ellos... pues yo los conocí realmente a partir de mis cinco años, edad de la que apenas queda cierta remembranza. Pero si recuerdo, que me vivió hasta mis treinta y ocho años, y en ese lapso, la disfruté como persona, como guardián y como cocinera. MMMMMMmmmmmmmmmmmm. Recuerdo sus guizos: Capirotada, caldo de pollo criado por ella, tarta de garbanzo y miel, compota de manzanas, es más, hasta los pinches frijoles tenían un toque especial, con epazote, bola de masa y en olla de barro cocidos en leña, el santo olor de las tortillas hechas a mano, machitos de tortilla de maíz caliente y sal... Mmmm una exquisitez.

De su vida en matrimonio, lo que recuerdo es, una unión con muchas penurias, las penurias de la época posrevolucionaria, pero felices de ser y de estar, pues entonces, ser y estar, era ganancia. tuvieron 14 hijos, de los cuales solo les vivieron, que yo recuerde cinco: Lupe, Carmen, Rubén (mi papá), Juan y Socorro. Todos ellos gente de bien y llenos de bondad.

¡Ah!... Una cosa... Esa zona de Jalisco de donde era ella, fué pródiga en curas, pertenecía o pertenece al obispado de Colima, y como solo en Colima ciudad, había seminario, mi abuelita, ya casada, viviendo en Colima, era Sanjuanera de todos los seminaristas de sus lares que podía... es decir, les daba comida, les lavaba y planchaba sus ropas de a gratis... ¿Y saben qué?... Mi abuela ya de viejecita y en la cama, jamás recibió la visita de un seminarista o cura de ésos... Jajajajajajaja. Pero se llevó la satisfacción de servir... a ellos y a Dios. ¡Ah!... Y otra cosa... Quiso hacerme cura a mí.... Jajajajajajajajajajajajaja, eso sí me da risa ahora, yo no sería capaz de guardar celibato ni en la cuaresma, pobre de mi abuelita, era en verdad una verdadera joya, montada en un corazón de oro puro.

Crió nueve nietos, de dos hijas que murieron jóvenes, sin quejas ni pesares, pues según ella, era su Cruz y había que llevarla con dignidad. Murió a los 94 años, lúcida, feliz del reencuentro con su esposo y con TODOS sus hijos, pues tuvo la fortaleza de echarlos por delante a todos ellos, no dejó a ninguno, salvo como ochenta nietos y otros tantos biznietos y tataranietos, creo, jajajajajajaja, prolífica la viejecita.

Bueno por hoy es todo... Ojalá y les haya gustado leer de mi abuelita, les prometo que voy a seguir contando de mi familia, hasta llegara a mis nietecitos... Ojalá, si Dios quiere.

2 comentarios

Norberto Mendoza -

jajajajajajajaja La abuela pútala jajajajajajajajaja.

Hola.

Que chiro ser niño y que chiro seguir contando siendo niño.

Agradezco sus historias que más que anecdotario son asunto literario...Yo que usted amigo iría pensando en alguna publicación de sus textos maravillosos. Estoy seguro que a muchos les gustaría conocerlos.

No solo por el contenido de caracter personal y divertido, si no por la concepción histórica de sus memorias.

Ojalá piense en hacer algo formal con todo esto. se lo agradeceríamos y sería hermoso tener algún librito suyo en nuestras bibliotecas personales. Ojalá

Saludos desde por acá que no es otro lugar que aquí mismo.

sanson -

Eh que tiempos aquellos señor don MARIO, hizo que mi memoria también se fuera al pasado y recordar a mi abuela DOÑA LOLA, y a mi padre que también se llamaba RUBEN Y dejo sola a mi madre para encontrarse con el creador. yo apenas tenía 2 años de edad y me pesa mucho no haberlo conocido.
Muchas gracias por su relato.