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La guarida del zorrito

LA FABULA DEL ZORRO Y EL PEZ QUE NO QUERÍA SER PESCADO

<strong>LA FABULA DEL ZORRO Y EL PEZ QUE NO QUERÍA SER PESCADO</strong> Así comienza esta fábula.

Hasta las frías aguas de un riachuelo, llegó un zorro a media mañana para refrescarse después de una larga carrera por cerros y colinas en busca de su alimento, la cual había sido infructuosa.

Al acercarse a la orilla de un riachuelo, vio a un pez que se encontraba atrapado entre las raíces de un mojote, mismas que hacía llegar hasta el riachuelo para absorber el agua que lo hacía crecer y mantenerse en vida.

Al ver al pez, el astuto zorro pensó que había llegado el momento de saborear un suculento bocado, que le haría reponer las fuerzas que perdió en su larga caminata. Mmmmmmmm se saboreó gustoso. Es un gran pez, ¡pero a la de ya se convertirá en pescado!... pensó, con la baba saliendo de los belfos.

El pez, angustiado y cansado del esfuerzo por soltarse de las amarras que lo ataban al árbol, solo acertaba a coletear, pesaroso por no poder zafarse de sus ataduras.

Volteó a ver al zorro, que taimado se relamía y le dijo: -Amigo, no seas malo conmigo, toma en cuenta que soy papá y tengo 16 pescaditos a los que debo atender y criar... ¡No me comas, te prometo que si me liberas te enseñaré donde saciar tu apetito para muchos días!.

-Ja’... Respondió el zorro, jamás en mi zorra vida había yo platicado con un pez, es algo inédito en la fauna de este lugar. ¡Esto es cosa del diablo! Pensó y contestó al pez. -¿Cómo es eso?... Creo que es mejor comer un nutritivo bocadillo de pez, que esperar más a saciar mi apetito con una promesa que tal vez no se cumpla.

-No. Contestó angustiado el pez... Si me liberas, te llevaré río abajo, donde existe una exquisita comida, propia para zorros... ¡Deliciosa comida de pollos gordos y frescos!... –Créeme por favor, por mucho tiempo no pasarás hambre, ¡Claro, si eres listo!.

El zorro, tocada la codicia de todos los de su especie, (bueno de casi todos) y herido en su amor propio, aceptó el trato y movió desde afuera del agua las raíces que atrapaban al pez, quien estirando su cansado y alargado cuerpo, sacó la cabeza del agua y el dijo al zorro... ¡Sígueme! y nadando lentamente río abajo fue seguido por el zorro, quien habiéndose refrescado con la fresca agua del riachuelo, sacó fuerzas para trotar siguiendo al pez por varias horas.

A las primeras horas de la tarde, el riachuelo se acercó a una granja, donde encerrados en un corral, había decenas, cientos, miles de gordos pollos, que se apilaban a comer en recipientes, felices de su “buena” suerte, pues sin trabajo eran alimentados con esmero por los granjeros quienes en ese momento estaban refugiados en su casa, del inclemente sol.

-Gracias... Dijo el zorro, despidiéndose feliz del pez... –Lo de más es cuento mío.

Esperó un poco, olisqueó por aquí y por allá y después de un momento sacó las uñas y excavó sigiloso al pié del cerco para hacer un hueco que lo llevaría a tan rico manjar.

Los pollos, que no se daban cuenta de nada por estar entretenidos en su vicio de comer, se desparramaron al darse cuenta del peligro y gritaron convirtiendo el gallinero en un pademonium donde plumas y cloacs se veían y se escuchaban por doquier. Los granjeros al escuchar el alboroto polleril, salieron rifle en mano, y ¡Pummmmm!, de un disparo alejaron al ambicioso zorro, que triste se alejo a las colinas pensando no volver jamás, pues milagrosamente había escapado de un plomazo. Y pensó para sí, ¡lo merezco... ¡ pues es sabido que más vale pescado en boca, que mil pollos argüenderos!.

Fin.

Mario López Barreto.
10 de septiembre de 2005.

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